domingo, mayo 27, 2007

YEAH POE!


El viernes pasado fui a ve la obra "Yeah Poe!" en el Galpón 7 de Bellavista.

La emoción con que iba, tratándose de la interpretación de tres obras de mi escritor favorito (Edgar Allan Poe), me jugó una mala pasada. La obra resultó ser un intento mediocre por homenajear al genio de Poe.

Fueron tres actos, cada uno representaba un cuento de Poe, excepto el primero que es un poema: "El Cuervo", "El Corazón Delator" y "La Máscara de la Muerte Roja".

La obra parte representando uno de los temores más recurrentes de Poe: ser enterrado vivo. Considero que fue un buen comienzo, muy angustiante de inicio a fin. El actor, quien fue usado como secundario en el resto de las obras, logró convencerme.

El primer acto fue el que menos me gustó, no pasó más allá de ser una simple lectura de un poema dotado de genialidad. Me recordó a ratos el texto "Filosofía de la Composición", del mismo autor, pero en exceso esquematizado y mal actuado. Las chichas guapas, ambas dotadas de una belleza sugestiva, pero no necesaria para ser explotada. La connotación erótica del cuervo fue un abuso, me recordó a un espécimen de pesadillas, pudo reemplazarse (a mi juicio personal) por un ente gótico depravado, si esa fue la idea no se logró. Se perdió esa posibilidad.

El segundo acto, quedó sólo con la posibilidad de ser una buena idea, sobre todo la parte en que se hace la analogía de “la Ley y la Conciencia” con lo policías que interrogan al protagonista en la obra original. Este punto es bueno, pero abstracto, exagerado de perversiones y sicopatía. Sin embargo, se echa de menos la locura, que fue sugerida por el actor principal pero no lograda. No se consigue sólo con el rostro, ni siendo un fans de Elvis, como sugiere la obra sesentera, se requiere un dejo de complicidad con el público, uno que puede lograrse con un diálogo bien elaborado, intervenido, algo de lo que carece precisamente. Este segundo acto, igual que el primero, es casi literal a la versión original.

El Tercer acto, a mi juicio, el mejor de los tres. La orgía sugerida, la peste, la posibilidad de comparar con vivencias y temas actuales que se le dio al actor en las escenas bailadas, fueron bien logradas. Un desnudo injustificado y mezquino fue, paradójicamente, el fetiche necesario para llamar la atención en los momentos en que se excede la pausa.

En definitiva, una obra que es un buen intento, pero que merece ser revisada, rescrita, mejor dicho: escrita. Porque a los fanáticos de Poe no nos vienen con chicas, no nos vienen con intentos, no se nos viene con mediocridades. Un amigo mío lo explicó muy bien en una de las tantas conversaciones que hemos sostenido: “para meterse con los grandes, hay que ser un poco genial” en toda la obra se echa de menos eso: la genialidad.